Transición al VE: Los retos a los que se enfrentan los operadores de transporte público

septiembre 27, 2022

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Desafíos de los operadores de transporte público en la transición al VEs

 

En nuestro reciente blog, describimos los numerosos beneficios comerciales que los operadores de transporte público pueden obtener de la transición a los autobuses eléctricos. Entre ellos se encuentran la reducción de los costes de mantenimiento y operación, así como una mejor experiencia para los pasajeros y resultados positivos para el medio ambiente y la salud.

Sin embargo, también es cierto que la transición a los autobuses eléctricos conlleva una serie de retos que los operadores de transporte público deben abordar para garantizar el éxito del cambio.

Estos problemas se deben principalmente a la relativa novedad de la tecnología de los vehículos eléctricos, que requiere una cierta preparación por parte de los operadores que quieren electrificar su flota con éxito. En este artículo del blog, compartiremos cuatro retos principales que afectan a esta transición.

 

 

1. Mayor inversión inicial

 

Los autobuses eléctricos son, de media, un 50% más caros que los tradicionales con motor de combustión interna. La elevada inversión inicial para adquirir un autobús eléctrico resulta aún más significativa si tenemos en cuenta que el autobús diésel medio se amortiza por completo al cabo de ocho o diez años, y que los autobuses de los mercados emergentes suelen permanecer en las calles hasta 20 años, lo que puede crear un enorme desfase para la conversión de la flota.

Esto significa que, para alcanzar el punto de equilibrio, los operadores de transporte público deben contar con una estrategia adecuada para asegurarse de que sus vehículos estén en la calle el mayor tiempo posible, y que recorran distancias más largas.

 

 

2. Escasez y coste de la infraestructura de recarga:

 

Con la omnipresencia de los autobuses eléctricos, las autoridades locales han hecho un esfuerzo para añadir estaciones de recarga y han asignado subvenciones para incentivar la infraestructura que se está instalando. Sin embargo, estas infraestructuras siguen siendo costosas. Según Bloomberg New Energy Finance 2022, los costes iniciales de la infraestructura oscilan entre 20.000 y 25.000 dólares (19.600 y 24.500 euros) por autobús eléctrico, incluyendo la inversión inmobiliaria (depósitos centralizados) y las estaciones de carga.

Un problema añadido es que los contratos de rutas suelen durar entre 5 y 7 años, mientras que las estaciones de recarga son activos que se espera que duren entre 20 y 40 años, lo que supone un reto importante para los operadores de transporte público que quieren hacer la transición a los autobuses eléctricos.

 

 

3. Falta de información relevante para la toma de decisiones

 

Todo avance tecnológico requiere un periodo de adaptación durante el cual se pueden desarrollar los conocimientos adecuados, derivados de la investigación y la experiencia real. Con algo tan nuevo como los vehículos eléctricos, la información relevante para la toma de decisiones todavía se está recopilando, y no es ni mucho menos tan completa como los conocimientos que tenemos sobre los vehículos con motor de combustión interna.

Esto significa que una investigación exhaustiva sigue siendo un requisito para cualquier empresa que quiera hacer el cambio, y que algunos de los datos disponibles se basarán en muestras de menor tamaño y en proyectos en curso.

 

 

4. Planificar operaciones eficientes

 

¿Qué pasaría si el depósito de un autobús con motor de combustión interna, si no se llena correctamente, disminuyera de tamaño con el paso de los años, reduciendo la distancia que el vehículo puede recorrer sin parar a repostar? Este es precisamente el problema al que se enfrentan los operadores de transporte público que se pasan a los autobuses eléctricos, cuya autonomía se agota con el tiempo, lo que hace más difícil planificar las rutas que serán adecuadas para un determinado vehículo dentro de dos, cinco o diez años.

Si se tienen en cuenta factores como la calefacción, el aire acondicionado, las cuestas, las paradas y los arranques y la carga de pasajeros, resulta difícil prever la autonomía y el rendimiento. Si se carga correctamente, la autonomía de la batería puede conservarse durante más tiempo y el desgaste de las baterías de los autobuses puede reducirse, pero para ello es necesario realizar predicciones precisas y controlar en tiempo real métricas como la optimización del uso, el estado de carga y la profundidad de descarga.

 

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Estos obstáculos no deben socavar la importancia de la transición a los autobuses eléctricos. Lo que significan, sin embargo, es que los operadores de transporte público que quieran hacer el cambio deben planificar con antelación, tener en cuenta todos los posibles escollos y prepararse en consecuencia.

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